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Cuaresma 6ª semana – Secundaria y Bachiller

Posted by on 01/04/2012

6. Jerusalén

Mandamiento principal – Mc. 12, 28-34
Lavatorio de los pies- Jn. 13, 1-20
Institución de la Eucaristía – Mc. 14, 22-25

Canción:
“Ven a celebrar”
“La voz del Padre”, Tierra de bendición
“El amor”, Tierra de bendición

JESÚS LAVANDO LOS PIES A LOS DOCE

Es el resumen final de Juan: «Yo para esto he venido al mundo». Me parece muy importante el hecho de que el cuarto evangelio omita el relato del pan y el vino y sitúe en el lugar que le correspondería el del lavatorio de los pies.

Nos sirve para comprender mejor las intenciones de este evangelista: ya están narrados y divulgados, desde hace quizá treinta años, los hechos y dichos de Jesús. El cuarto evangelista pretende insistir en lo más significativo, dar más sentido e interpretar teológicamente lo que ya saben los cristianos. En el caso del lavatorio de los pies, da el sentido último de la eucaristía: ponerse a los pies de todos, ofrecerse, integralmente, para ser pan para todos.

Celebramos el estilo de Jesús, el estilo de Dios, su sueño, su proyecto. El grano de trigo, la siembra y la cosecha, Dios-pan, los granos de uva, Dios-vino, la comida fraterna, la gratuidad, la muerte del hambre, la fraternidad universal.

(Si al acercarte al altar te acuerdas de que alguien tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Millones de hermanos no tienen pan; yo, sí, de sobra. Mis hermanos tienen algo contra mi: ¿puedo comulgar?)

Es la cena de la incomprensión, los codazos por los primeros puestos, la noche de Jesús lavando los pies. Es la noche de la traición. Comer su pan y venderle. Es la noche de la contemplación de Jesús aterrado en Getsemaní. Es la noche de la negación de Pedro y la huida de los discípulos. Es la noche en que todos se ríen de Jesús, y Jesús calla.

Comulgar con Jesús. Dejar el pan expuesto para contemplarlo en largos ratos de oración.

José Enrique Galarreta

NO PERDER LA IDENTIDAD

Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?

Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.

Por eso, Jesús añade: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.

Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la «cultura del intercambio». Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que «el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea». La gente capaz de amar es una excepción.

Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.

Si la Iglesia «se está diluyendo» en medio de la sociedad contemporánea no es sólo por la crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo cristiano.

Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.
José Antonio Pagola

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