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Cuaresma 3ª semana – Primaria

Posted by on 11/03/2012

3. Cesarea (Perdón)

Parábola del Hijo Pródigo – Lc. 15, 11-32

Canción: “Por tu bondad”, Fabiola disco Fiesta es tu Palabra

– ¿Por qué se va el hijo menor de la casa del Padre?
– ¿Qué hace el hijo mayor?
– ¿Cómo vive cuando tiene dinero? ¿Y cuándo se le acaba?
– ¿Por qué decide volver a la casa del Padre? ¿Cómo lo recibe? ¿Qué celebra?
– ¿Qué dice y hace el hijo mayor? ¿Estás de acuerdo?
– ¿Coincide la acogida que le da el Padre al hijo menor y la de la hormiga con la cigarra?

Nota: hacer caer en la cuenta que Dios siempre nos espera con los brazos abiertos, por eso nos regala la cuaresma para “Acercarnos a él, cambiando nuestra vida”.

La Cigarra y la hormiga.

Un caluroso verano, una cigarra cantaba sin parar debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar; sólo quería disfrutar de sol y cantar, cantar y cantar.
Un día pasó por allí una hormiga que llevaba a cuestas un grano de trigo muy grande. La cigarra se burló de ella:
-¿Adónde vas con tanto peso? ¡Con el buen día que hace, con tanto calor! Se está mucho mejor aquí, a la sombra, cantando y jugando. Estás haciendo el tonto, ji, ji, ji se rió la cigarra.
No sabes divertirte…
La hormiga no hizo caso y siguió su camino silenciosa y fatigada; pasó todo el verano trabajando y almacenando provisiones para el invierno. Cada vez que veía a la cigarra, ésta se reía y le cantaba alguna canción burlona:
-¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar! Así pasó el verano y llegó el frío.
La hormiga se metió en su hormiguero calentita, con comida suficiente para pasar todo el invierno, y se dedicó a jugar y estar tranquila.

Sin embargo, la cigarra se encontró sin casa y sin comida. No tenía nada para comer y estaba helada de frío. Entonces, se acordó de la hormiga y fue a llamar a su puerta.
Señora hormiga, como sé que en tu granero hay provisiones de sobra, vengo a pedirte que me prestes algo para que pueda vivir este invierno. Ya te lo devolveré cuando me sea posible.
La hormiga escondió las llaves de su granero y respondió enfadada:
-¿Crees que voy a prestarte lo que me costó ganar con un trabajo inmenso? ¿Qué has hecho, holgazana, durante el verano?
– Ya lo sabes – respondió apenada la cigarra -, a todo el que pasaba, yo le cantaba alegremente sin parar un momento.
– Pues ahora, yo como tú puedo cantar: ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!
Y dicho esto, le cerró la puerta a la cigarra.
A partir de entonces, la cigarra aprendió a no reírse de nadie y a trabajar un poquito más.

Preguntas:
– ¿Qué hace la hormiga durante el verano? ¿Y la cigarra?
– ¿Por qué no trabaja la cigarra en recoger alimentos? ¿Cómo vive?
– ¿Qué le suceda a la cigarra cuando llega el invierno? ¿Y a la hormiga?
– ¿Qué aprendió y cambió la cigarra para el verano siguiente?
– ¿Con quién te identificas con la hormiga o con la cigarra?
– ¿Estás de acuerdo con la respuesta que le da la hormiga cuando le pide alimentos la cigarra?

Construir el puente

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes empezaron a discutir. Ésta fue su primera discusión seria que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro con hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes de forma continúa. Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente.
Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas, seguido de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. «Estoy buscando trabajo por unos días», dijo el extraño, «quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso».
«Sí», dijo el mayor de los hermanos, «tengo un trabajo para usted”.
Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor».
«La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y él cogió su tractor y desvió el cauce del río para que quedara entre nosotros».
«Bueno, él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero?»
«Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más.»
El carpintero le dijo: «Creo que comprendo la situación”.
Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho.»
El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja durante todo el día para ir al pueblo a por comida.
El carpintero trabajó duro todo el día midiendo, cortando, clavando.
El granjero regresó cuando se acercaba la noche, el carpintero justo había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos completamente abiertos y la boca abierta. ¡¡¡No había ninguna cerca de dos metros!!! En su lugar había un puente. ¡¡Un puente que unía las dos granjas por encima del río!!- Era un bonito puente con pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: «Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!!».
Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. «¡No, espera!», le dijo el hermano mayor. «Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti», le dijo el hermano mayor al carpintero.
«Me gustaría quedarme», dijo el carpintero, «pero tengo muchos puentes que construir».

– ¿Cómo te has sentido con esta lectura?
– Pon ejemplos de esas veces en que eres como el hermano mayor y quieres construir cercas o vallas que te separen de los demás, como por ejemplo: papás, hermanos, amigos.
– ¿Es bueno que los enfados, riñas, peleas nos separen de las personas a las que queremos?
– ¿Qué actitudes son constructoras de puentes como el que hizo el carpintero? Como p.e. No hacer caso de insultos, tener paciencia con los compañeros, evitar las peleas…

EL SARTENAZO

La rana Renata era la mejor cocinera de los pantanos y a su selecto restuaurante acudían todas las ranas y sapos de los alrededores. Sus «moscas en salsa de bicho picante» o sus «alitas de libélula caramelizadas con miel de abeja» eran delicias que ninguna rana debía dejar de probar, y aquello hacía sentirse a Renata verdaderamente orgullosa.
Un día, apareció en su restaurante Sopón dispuesto a cenar. Sopón era un sapo grandón y un poco bruto, y en cuanto le presentaron los exquisitos platos de Renata, comenzó a protestar diciendo que aquello no era comida, y que lo que él quería era una buena hamburguesa de moscardón. Renata acudió a ver cuál era la queja de Sopón con sus platos, y cuando este dijo que todas aquellas cosas eran «pichijiminadas», se sintió tan furiosa y ofendida, que sin mediar palabra le arreó un buen sartenazo.

Menuda trifulca se armó. A pesar de que Renata enseguida se dio cuenta de que tenía que haber controlado sus nervios, y no dejaba de pedir disculpas a Sopón, éste estaba tan enfadado, que decía que sólo sería capaz de perdonarla si él mismo le devolvía el sartenazo. Todos trataban de calmarle, a sabiendas de que con la fuerza del sapo y la pequeñez de la rana, el sartenazo le partiría la cabeza. Y como Sopón no aceptaba las disculpas, y Renata se sentía fatal por haberle dado el sartenazo, Renata comenzó a hacer de todo para que le perdonara: le dio una pomada especial para golpes, le sirvió un exquisito licor de agua de charca e incluso le preparó.. ¡una estupenda hamburguesa de moscardón!

Pero Sopón quería devolver el porrazo como fuera para quedar en paz. Y ya estaban a punto de no poder controlarle, cuando aparecio un anciano sapo caminando con ayuda de unas muletas.
– Espera Sopón-dijo el anciano- podrás darle el sartenazo cuando yo te rompa la pata. Recuerda que yo llevo muletas por tu culpa.
Sopón se quedó paralizado. Recordaba al viejo que acababa de entrar. Era Sapiencio, su viejo profesor que un día le había salvado de unos niños gamberros cuando era pequeño, y que al hacerlo se dejó una de sus patas. Recordaba que todo aquello ocurrió porque Sopón había sido muy desobediente, pero Sapiencio nunca se lo había recordado hasta ahora…
Entonces Sopón se dio cuenta de que estaba siendo muy injusto con Renata. Todos, incluso él mismo, cometemos errores alguna vez, y devolver golpe por golpe y daño por daño, no hacía sino más daño . Así que, aunque aún le dolía la cabeza y pensaba que a Renata se le había ido la mano con el sartenazo, al verla tan arrepentida y haciendo de todo para que le perdonase, decidió perdonarle. Y entonces pudieron dedicar el resto del tiempo a reirse de la historia y saborear la rica hamburguesa de moscardón, y todos estuvieron de acuerdo en que aquello fue mucho mejor que liarse a sartenazos.

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